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23 marzo, 2013

LA GRAN MENTIRA SOBRE LOS LÁCTEOS

Existe una mentira encadenada, como los cuentos encadenados que repites sin pensar, en torno al tema de los lácteos.Los cuentos encadenados tienen gracia, la mentira encadenada de los lácteos, no.
Un mentira consciente y consentida ,por los poderes públicos, que son los que deben velar por nuestra salud, una mentira con un objetivo claro: que la industria láctea, tan poderosa, no se derrumbe. Son muchas las investigaciones llevadas a cabo, muchos los investigadores que han puesto el grito en el cielo, pero todo es cubierto por un tupido velo.
Piensen por un momento lo extensa que es el área del supermercado dedicada a los lácteos: yogures, mantequillas, quesos, leche...con sus múltiples variedades y presentaciones. Es grande el lobby que trabaja para que este sector multiplique exponencialmente sus ganancias ,a costa de las pérdida del sector primario, ganaderos principalmente.
Desgranemos ya el meollo del asunto, derribando los falsos mitos que nos quieren imponer.
Es mentira que la leche sea un alimento excelente. No es ni siquiera bueno, es más, es malo, perjudicial para la salud. El primer argumento en contra de los lácteos nos lo impone la propia naturaleza, somos mamíferos y como tales, deberíamos proceder según nuestra condición y emular a los que comparten con nosotros la clase. El resto de mamíferos no toma leche después del destete y, ni mucho menos, leche de otra especie. No vemos a ningún gatito tomar leche de burra o de yegua, de perrita, cabra o vaca. Nos parecería una barbaridad. Claro que la industria lo tiene todo previsto y estudiado, y nos ofrece sus productos exquisitamente preparados para que nuestro paladar no se rebele contra una acción antinatura. Nos incita, además a incluir sus productos en múltiples recetas: una pizza, la pasta, una tarta, unas verduras gratinadas, una bechamel...¿Qué sería de la cocina sin los lácteos? Sin contar que la industria alimentaria los lleva dentro hasta en la sopa. ¡Hasta el mismísimo pan! La verdad es que es una pena, sí, pero hay que conocer la verdad y después decidir, y si no suprimir totalmente, sí al menos, reducir considerablemente, si no queremos minar nuestra salud, uno de nuestros tesoros más preciados.
Siempre se recurre para defender la leche y sus derivados al calcio, ese mineral integrante de nuestros huesos y que es necesario especialmente cuando somos niños y en la última etapa de nuestra vida para evitar la tan temida osteoporosis. La leche posee calcio, y algunas leches están enriquecidas con él, pero ese calcio no es biodisponible, o sea, no se llega asimilar totalmente, debido a la proporción que existe entre calcio y fósforo en la leche de vaca. El calcio y el fósforo deberían encontrarse en una proporción de 2:1, es decir, el doble de calcio que de fósforo, y precisamente en la leche de vaca los índices de fósforo son muy elevados.
Por otra parte, la leche no sólo no nos proporciona el calcio que posee, sino que nos roba el calcio que tenemos en los huesos. Y eso es debido a que es un alimento acidificante, que acidifica el ph sanguíneo y el organismo, para compensar, para neutralizar esa acidez y alcalinizarse, recurre a sus reservas de calcio, que se encuentran en los huesos. Al final, conseguimos el efecto contrario al que nos propusimos al decidir tomar leche. Está comprobado que los chinos, cuando introducen lácteos en su dieta, comienzan a tener osteoporosis. En los países en que se consumen más lácteos existe un mayor nivel de incidencia de la mencionada dolencia. Otros estudios también demuestran que los niveles más bajos de calcio se encuentran en personas que toman 3, 4 o 5 vasos de leche al día, tal como nos recomiendan nuestras autoridades sanitarias.
Si con esto no bastara, ese calcio que hemos ingerido con los lácteos y que no hemos asimilado, se instala en nuestras articulaciones (provocando artrosis y artritis) y en nuestros órganos internos, como pulmones (bronquitis crónica), arterias vitales (patología coronaria), ojos (cataratas), riñones y vesícula (litiasis vesicular y renal)…

Volviendo a nuestra condición de mamíferos, como tales, va desapareciendo de nuestro organismo la lactasa, a medida que nos hacemos adultos, que es la enzima que se encarga de digerir lactosa (el carbohidrato) de la leche. Y es que la naturaleza sólo pone a nuestra disposición aquello que necesitamos en en el tiempo en que nos es necesario. De ahí que muchas personas sufran intolerancia a la leche, un mecanismo de defensa del cuerpo, que pide a gritos que se deje de consumir. A partir de los 3 años, el 75% de los humanos dejamos de segregar lactasa y renina, ésta última enzima se encarga de digerir la caseína de la leche. No sirven de nada las leches sin lactosa, de reciente aparición, ya que el problema de la leche es mucho más complejo. Se trata, una vez más, de publicidad engañosa.
Precisamente la caseína y la gammaglobulina bovina, las dos proteínas presentes en la leche de vaca, son altamente inmunogénicas, es decir, agotan el sistema inmunitario haciendo que éste se vuelva contra el propio organismo desarrollando las tan extendidas enfermedades autoinmunes: cánceres, fibromialgia, esclerosis múltiple...
Si añadimos a esto que nuestras vacas actuales no comen hierba, rica en ácidos grasos omega 3, sino que son alimentadas con piensos elaborados con soja y maíz, ricos en omega 6, que es el responsable, en exceso, del alto grado de inflamación en nuestro cuerpo, cerraremos el círculo para que se instalen en nuestro organismo las llamadas enfermedades autoinmunes, inflamatorias y también denominadas enfermedades de la civilización, que están tomando carácter de epidemia.

La leche aumenta el colesterol en sangre ya que posee un 70% de ácidos grasos saturados, que en exceso son causa de enfermedades coronarias y cerebrales.

La leche de vaca no está adaptada a las necesidades nutricionales de los seres humanos, tiene los nutrientes en la proporción que requieren los terneros a los que está destinada, que doblan su peso en un mes y medio y poseen cuatro estómagos. Con estos requerimientos es lógico que la leche de vaca posea 3 veces más proteína y casi el 50% más de grasa que la leche humana. Y carece de lo necesario para un nivel de desarrollo cognitivo elevado al que está destinado el bebé humano.

La pasteurización es una práctica relativamente reciente y que añade más problemas al cuestionado producto. El calor que se aplica durante el proceso de pasteurización convierte al calcio en calcio inorgánico, que el organismo no puede asimilar. Además, todo tipo de esterilización supone la alteración de las proteínas, enzimas y vitaminas de la leche. Esto se hace en aras de obtener un mayor beneficio económico al prolongar la duración de la leche en el supermercado. La leche está diseñada para, sin esterilizar, ser consumida directamente.

Existen alternativas, como en casi todo en la vida, alternativas de alimentos que nos aportan calcio y otros que pueden suplir a los lácteos en la cocina, con mejor o peor acierto, pero que son más saludables.
De los primeros, que nos aportan calcio, calcio asimilable, (el calcio no es deficitario en nuestra dieta), tenemos una lista nada despreciable: verduras de hoja verde (no olvidemos que las vacas comen hierba de la que obtiene calcio para su leche), semillas de sésamo, algas (hiziki principalmente), coles, almendras tostadas,, alimentos secados al sol, semillas de sésamo negro y todo tipo de legumbres. Una ración de brócoli equivale a un vaso de leche ,en relación al calcio.
Si queremos tener una buena masa ósea no olvidemos tomar el sol, que sintetiza la provitamina D de nuestra piel convirtiéndola en vitamina D, que participa en el metabolismo del calcio. Otra vitamina importante a tener en cuenta es la vitamina C.
El ejercicio físico, sobre todo el realizado con pesas, ayuda a generar masa ósea.

Si echamos de menos la leche, podemos recurrir a sus variadas versiones de leches vegetales. Todo es cuestión de ir probando hasta encontrar en el mercado una leche vegetal que nos guste y que podamos utilizarla en la cocina en sustitución de la leche de vaca.
Porque se puede cuidar la salud sin renunciar al placer de comer.


Pueden ver este artículo publicado en la Revista Natural.
 http://www.revistanatural.com/medios/natural_213/Natural_85.pdf

La tecnología al servicio de los bosques

Es innegable el bien, tanto físico como espiritual, que proporciona un bosque. Más de 1.600 millones de personas dependen de los bosques, de los cuales 60 millones son indígenas, que tienen una dependencia total.
El bosque contribuye a paliar el efecto invernadero ya que es un gran almacén de carbono. Alimenta el ciclo del agua a través de la evapotranspiración de las hojas de sus árboles.
Pero los bosques han estado y siguen amenazados.
El quinto informe del PNUMA  "Perspectivas del Medio Ambiente Mundial", el llamado GEO-5, muestra cómo las tasas de deforestación en la zona cero del planeta, la Amazonía brasileña, han descendido  de 25.000 kilómetros cuadrados a 5.000 kilómetros cuadrados al año. También en Indonesia las leyes están reduciendo la deforestación.
Las empresas van sumándose a la sosteniblidad de los bosques y anuncian su intención de no abastecerse de madera procedente de la deforestación de bosques naturales.
La INTERPOOL y el PNUMA han puesto en marcha un proyecto piloto denominado "Asistencia en la Aplicación de la Ley en los Bosques (LEAF) para luchar contra las redes organizadas de tala ilegal.
Y la tecnología se aúna implantando un sistema de alerta rápido que puede ser revolucionario. Se trata de una apuesta llevada a cabo por el PNUMA, el World Reources Institute, empresas y diversas ONG de todo el mundo. Es la Global Forest Watch 2.0, que permite actuar con rapidez y es útil sobretodo en lugares remotos.
 De esta forma si un grupo conservacionista de Indonesia recibe una alerta a través de las redes sociales sobre una zona que ha sufrido deforestación lo notificará a las autoridades, que acudirán al lugar para tomar fotografías y subirlas al servidor, iniciando un esfuerzo para detener a los leñadores y salvar el parque.



http://www.unep.org/spanish/geo/

20 marzo, 2013

Ser proactivo, un hábito que te ayuda a ser efectivo

Según Stephen R. Covey, desaparecido recientemente, uno de los siete hábitos para conseguir ser altamente efectivo es SER PROACTIVO. Esta palabra nos sugiere en un principio "tomar la iniciativa", pero es algo más: tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.
Las personas proactivas son aquellas que reconocen esa responsabilidad, y no achacan su conducta a los condicionantes externos. Si a esos condicionantes externos les otorgamos la capacidad de influir en nuestras emociones y por ende en nuestra conducta, somos responsables de haber otorgado ese poder.Este poder otorgado puede ser inconsciente o consciente,  somos REACTIVOS, reaccionamos según las circunstancias externas.
En este caso no somos dueños de nosotros mismos, estamos vendidos, con lo que nuestra vida es un auténtico vaivén, viajamos a la deriva en un océano caprichoso.
En cambio, los proactivos se dejan influir poco por lo que pasa fuera de ellos, da igual que salga el sol o que esté nublado. Ellos deciden cómo reaccionar ante un acontecimiento. Su fuerza interna y la creencia en unos valores sólidos los mantiene fuertemente enraizados.
Las personas reactivas viven pendientes de la valoración que les dan los demás.
Eleanor Roosevelt dijo:" Nadie puede herirte sin tu consentimiento"
Tenemos el poder de elegir nuestra respuesta. Este poder es el que descubrió Viktor Frankl cuando se encontraba en un campo de concentración. Como carecía por completo de libertad exterior empezó a trabajar su libertad interior, aquella que nadie le podía robar. Se imaginaba dando conferencias a sus alumnos explicándoles todo lo aprendido de su tortura, hacía listas de alimentos para paliar el hambre. Utilizó su imaginación para proyectarse más allá de sus circunstancias. Gracias a esa creciente libertad interior, que era más fuerte que la de sus carceleros nazis, consiguió sobrevivir.
Reconozcamos nuestra responsabilidad de hacer que las cosas sucedan, tal es la invitación de Covey, el llamado Sócrates americano.